Para
cuando en 1972 Bandler y Grinder se deciden a estudiar a Fritz Perls
(1893-1970), Virginia Satir (1916-1988) y Milton Erickson (1901-1980), vivían
en California cerca de Gregory Bateson (1904-1980), el famoso antropólogo
británico que desde hacía dos décadas venía, entre muchas otras cosas,
escribiendo sobre comunicación y teoría de sistemas [O´CONNOR-SEYMOUR,
Introducción a la PNL, Urano,
Barcelona, 1992, p. 29].
Pero la influencia innegable del último en la gestación y la maduración del
producto a punto de elaborarse, debe a su vez enmarcarse en lo que podríamos
llamar la convergencia de una generalizada inquietud por parte de la sociedad
norteamericana de entonces y un desarrollo teórico insólito y de calado. Pero
vayamos por partes.
La
inquietud a la que nos referimos guarda relación con el denominado movimiento
anti-psiquiátrico. Una amplia reacción anti-analítica, compleja y ambigua, que
a partir de los años ´60 y durante todos los ´70 pretendió ser expresión de
continuidad y de ruptura con el viejo modelo de intervención médico-psicológico
estadounidense. En efecto, en tanto reacción contra el psicologismo que
lentamente había devenido en vertebrador perfecto de las estrategias de control
de las disfunciones sociales y políticas por parte del liberalismo capitalista,
el movimiento anti-psi fue capaz de generar tecnologías capaces de ir desde lo
conductista hasta la configuración de los llamados centros Erhard Seminars Training (EST), pasando por las terapias
gestáltica, familiar, transaccional o sexual [CASTEL-CASTEL-LOVELL,
La sociedad psiquiátrica avanzada. El
modelo norteamericano, Anagrama, Barcelona, 1980, pp. 248-278]. En el fondo, respuestas a las
búsquedas de los hijos de las emergentes y liberadas clases medias que llegarán
a determinar tanto la democratización y simplificación de lo terapéutico, como
el surgimiento de nuevos círculos de amigos para con lo psíquico.
De
este modo, frente a un discurso y una práctica médico-psi atrapados en el
dilema de unos efectos limitados y aleatorios, obtenidos a costa de largos y
costosos esfuerzos sobre un número restringido de personas cuidadosamente
seleccionadas [CASTEL… pp. 249-250], un sin fin de escuelas rivales
de clara vocación anti-intelectualista y más inmediatista, pronto se va a hacer
con el espectro norteamericano de lo mental. Todo para que ahora sea la vida
normal la necesitada de una terapia de la normalidad [CASTEL…
pp. 268-270]. Pero
que sea la sociedad norteamericana la necesitada de unas técnicas capaces de
desarrollar el potencial de lo humano, para así conseguir autonomía y
tranquilidad en medio de un mundo alienado y gris, no debe resultar extraño si
tenemos en cuenta la referencia que por entonces son la Guerra Fría y sus epifenómenos
(Vietnam, Cuba) más la propia conflictividad civil que interiormente vive el
país.
En
breve continuamos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario