domingo, 28 de octubre de 2012

Cuando el corazón calla... el cuerpo grita (III)

En la publicación anterior hablábamos del sistema límbico y de su papel en el momento de decidir qué reacciones debían producirse frente a los estímulos externos, en la parte inconsciente de nuestra mente. Decíamos entonces que nos hallábamos ante el mundo simple y aplastante de las emociones.
Sin embargo, una vez que estos estímulos, al menos los seguros y placenteros, hayan logrado pasar el umbral de la conciencia, es decir, cuando hayan llegado a esa parte de la corteza cerebral más sofisticada, capaz de pensar, imaginar y decidir, los problemas emocionales no habrán terminado.
¿Por que? Pues porque nuestras mismas capacidades cerebrales, esas que nos sirven para crear, soñar e inventar, también amenazan nuestra estabilidad mental y emocional. Vemos de este modo, que nuestra propia complejidad neurológica es un arma de doble filo. De hecho, sabemos cuánto, con nuestra sola capacidad imaginativa, podemos padecer física y emocionalmente con simplemente intuir cualquier peligro por lejano que sea. A las demás especies no humanas, en cambio, su corteza cerebral no les quita el sueño; ellas ni inventan ni preven, así como tampoco parece que  tarden en recuperarse de los peligros que atraviesan.
Pero en nuestro caso, es esta capacidad de viajar en el tiempo, de presentir y de temer, la que nos hace tan propicios, no sólo a las enfermedades mentales, sino a convivir con el cansancio y la desazón, a surcar la vida diaria desde el mar de la duda. Es entonces cuando nos dejamos atrapar por el tiempo. Nos obsesionamos por lo que está a punto de ocurrir o lo que podría ocurrir, abriendo la puerta a la ansiedad y al temor. O nos anclamos en el pasado, en eso añorado que ya pasó, en aquello que nunca nos dieron o quitaron y que echamos en falta, invadiéndonos así la tristeza o la rabia. En definitiva, cuando no nos anclamos en el presente donde nos toca vivir; cuando nos ausentamos de nosotros mismos.

El vídeo que os proponemos, ya publicado en otro contexto, busca ayudarnos a caer en la cuenta, no tanto de nuestra complejidad mental, si no de las múltiples posibilidades que tenemos, la mayoría de ellas sin ejercitar, para poder ser los auténticos dueños de nuestro mundo emocional, es decir, para que estando en "el aquí y ahora" evitemos colgar en nuestras vidas el fatal cartel de: AUSENTES PARA NOSOTROS MISMOS...
Pero bueno, ya seguiremos hablando sobre cómo aprender a estar en "el aquí y ahora". Y como siempre os decimos, esperamos vuestras consultas y comentarios.
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Hasta pronto.