jueves, 26 de febrero de 2015

Sentidos, sentidos, sentidos...

La semana pasada decíamos que nuestras palabras, más que mostrar lo que somos, muestran lo que deseamos o nos exigimos ser. Pero también, que tales desajustes pueden ser reconocidos, asumidos y por tanto, gestionados. A esto quieren contribuir la PNL y otras prácticas psico-cognitivas con sus observaciones acerca del pensamiento, el lenguaje que lo expresa y la comunicación verbal y no verbal que surge de ello. Con todo, más allá de lo que haya detrás de dichas dinámicas (en el llamado metalenguaje) en tanto expresiones de nuestras contradicciones, viene bien saber -aunque sea aproximadamente- cómo en las mismas tienen muchísima importancia elementos cuya presencia ignoramos o no sabemos captar.

¿De qué elementos hablamos? Pues de los que en nuestro pensamiento, lenguaje y comunicación serían las puertas, los accesos por donde entra todo aquello que mueve el mundo de lo mental. En efecto, las personas nos activamos intelectual, emocional y operativamente a partir de los estímulos -externos e internos- que tocan nuestra capacidad neurológica. Son ellos los que nos permiten, con su provocación, placer o incomodidad, interactuar y en cierto sentido construir la realidad. Pues bien, neuro-fisiológicamente, estos estímulos conectan con nuestros sentidos de toda la vida: vista, oído, gusto, olfato y tacto o kinestesia. Así, sacando de nuestra consideración gusto y olfato, al percibir y comenzar a construir la realidad somos visuales, auditivos o kinestésicos. 

Pensemos en un ejemplo. Cuando nos presentan a una persona ¿cómo solemos reaccionar? Según la PNL, las personas que utilizan el canal auditivo suelen preferir un: -Hola ¿qué tal?, aquellas  que se inclinan por una sonrisa o una expresión gestual de cortesía, emplean más el canal visual. Por último, quienes lo hacen a través de un abrazo, son más kinestésicos. Claro que según las situaciones, todos usamos los tres accesos o canales, pero solo uno es el que prevalece. Razón suficiente para reconocerlo, en nosotros y en los otros, pues de él dependerá en gran medida cómo nos comuniquemos y cómo nos dispongamos a adquirir y procesar nuevos aprendizajes. Hagamos ahora un primer esbozo de unos y otros:

Los visuales: poseedores de un alto nivel de energía, son inquietos y observadores. Captan el detalle y muchos de los pequeños aspectos que a otras personas se les pasan por alto. Suelen visualizar imágenes en su mente para poder recordarlas, y es común que para hacerlo, escriban pequeñas notas o apuntes. Son de los que para concentrarse necesitan de lugares tranquilos.
Los auditivos: ¿Eres de lo que suele expresar sus pensamientos en voz alta? ¿Prefieres siempre que otros te expliquen las cosas a leerlas tú mismo? ¿Sigues con facilidad las conversaciones aunque estés levemente distraído? Si es así, tu modo de procesar la información es el auditivo. Según la PNL, estas personas poseen grandes dotes para la expresión oral, les gusta conversar y recuerdan con gran detalle cada una de las palabras que han escuchado. Son grandes comunicadores.
Los kinestésicos: ¿Cuáles son tus pasiones? ¿Te gusta la cocina, el deporte, trabajar al aire libre? ¿Prefieres experimentar las cosas antes de infórmate sobre ellas? La PNL nos dice que las personas kinestésicas, a pesar de ser tranquilas, sienten un gusto especial por las emociones y por todo aquello que tenga que ver con lo manual y lo táctil, con el gusto y el olfato. Son muy expresivas socialmente, de las que buscan la cercanía, los abrazos y el contacto físico.

Os dejamos un vídeo ilustrativo. Echadle un ojo y en breve os contamos cómo identificar una y otra modalidad.