domingo, 2 de noviembre de 2014

La PNL ¿y ahora qué?

En medio del auge de las llamadas neurociencias, cuando algunas corrientes filosóficas deben revisar la inicial linealidad trazada entre lo cognitivo y lo computacional, la PNL sigue conservando los rasgos de una cierta teoría del conocimiento aplicada.

“…Se puede decir que la ´mente` es inmanente en los circuitos cerebrales que están enteramente contenidos en el cerebro: o bien que la mente es inmanente en los circuitos que están enteramente contenidos en el sistema cerebro-cuerpo; o bien, por último, que la mente es inmanente en el sistema más vasto: hombre más ambiente…” [Gregory Bateson].

Nacida en un contexto particular, con clara vocación terapéutica, supone también una sistemática sobre cómo aprender a aprender. Quizá la piedra de toque que a sus creadores los hiciera renunciar al espíritu que originalmente daban a su trabajo investigativo Perls, Satir y Erickson. Precisamente el espíritu que conocieron y del que bebieron en Palo Alto.

Factible de ser comprendida casi como un restrictivo paradigma, en el sentido de tipificar e insistir en unos aspectos del paradigma general de lo mental, puede seguir considerándosela como una poderosa herramienta capaz de generar nuevas formas de mejora. Pero como producto en evolución y producto que hace al hecho paradojal de la comunicación humana, en su fuerza reside su propia debilidad.

De ahí que muchos la hayan convertido lamentablemente en un mero instrumento del mercado del bienestar. Pero claro, de esto no está libre ninguna herramienta de las que se utilizan en toda Relación de Ayuda. Es más, ni siquiera la misma Relación de Ayuda.

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