Respecto a las emociones, históricamente algunos han
proclamado que debe buscarse su armonía, otros que solo hay que cultivar la
alegría o el placer; otros en cambio, que cualesquiera que sean han de
experimentarse, pero también existen quienes dicen que hay que negarlas o
descartarlas. En el fondo, posturas que responderían a dos grandes
orientaciones: una que las dotaría de significación y otra que no.
Dentro de las
teorías que les reconocerían significado, las emociones vendrían a referirse a
la conservación, y el desarrollo, el cumplimiento de deberes y la realización
de intereses de todo individuo, con lo cual, implícita o explícitamente, se
estaría reconociendo que la naturaleza necesariamente racional de la naturaleza
en la cual el hombre vive no es tal. Por contrapartida, las teorías que no le
reconocerían significado, al considerar el mundo como una totalidad racional
perfecta, garante de la existencia y necesidades individuales, obviamente no
conciben espacio para el ´pensamiento confuso` (Spinoza, Leibniz, Wolff) y la
´accidentalidad empírica` (Hegel) que serían las emociones.
Aristóteles por su parte, en su Retórica, entiende las emociones como toda afección del alma acompañada siempre de un dolor o placer que advertirían del valor que para la vida tienen las afecciones mismas. De este modo, a diferencia de Platón, las partes del alma, racional e irracional, conformarían una unidad, con lo cual las emociones vendrían a poseer o vincularse con elementos racionales como las creencias y las expectativas, de donde que pueda considerarse como un precursor de las teorías cognitivas de la emoción.