Junto al miedo y la tristeza, la rabia cumple una función
evolutiva, es decir, nos ayuda en cierta manera a sobrevivir. Pero claro, no
siempre sabemos cómo hacer que dicha supervivencia se dé en los mejores términos.
De hecho ya Aristóteles decía que ´enfadarse es algo muy sencillo. Cualquiera
puede hacerlo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en
el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso,
ciertamente no resulta tan sencillo`. Una observación que de lleno nos conduce
a observar la dinámica interna de la emoción en cuestión. Ello porque como
dicen algunos, se trata de la más seductora, léase: compleja, de todas.
Y no porque como seducción nos conduzca por el camino de las
mieles, sino todo lo contrario. En efecto, más allá de la intensidad con que la
rabia se presente, ya como un simple enfado o un auténtico ataque de ira, siempre
alentará un irrefrenable diálogo interno. Un ´run-run` lleno de razonamientos
adversos e ingobernables, pero a la vez profundamente persuasivos. El ´coctel` suficiente
como para reafirmarnos en nuestras creencias. Las ciertas y las no tan ciertas.
Por eso, antes de pasar a ver cómo gestionarla, veamos qué ideas se vinculan a
ella y cómo, en bruto, podemos utilizarla para obtener información de utilidad sobre
nosotros mismos.
El enfado,
la rabia y la ira, como grados diferentes de una misma reacción, siempre se relacionan con dos hechos:
a- estamos haciendo o dando más de lo que queremos.
b- algo o alguien ha sobrepasado nuestros límites; por eso la sensación primera de injusticia antes que de amenaza.
a- estamos haciendo o dando más de lo que queremos.
b- algo o alguien ha sobrepasado nuestros límites; por eso la sensación primera de injusticia antes que de amenaza.
De ahí la
importancia de escuchar nuestra propia reacción, de vivirla y experimentarla.
De verla interiormente, no de darle rienda suelta. Ello nos permitirá contactar
con:
a- la naturaleza de nuestros límites.
b- el talante de nuestros pensamientos.
c- las situaciones ante las que nos sentimos invadidos.
d- nuestra capacidad de adoptar conductas asertivas. Ni agresivas, ni cobardes.
a- la naturaleza de nuestros límites.
b- el talante de nuestros pensamientos.
c- las situaciones ante las que nos sentimos invadidos.
d- nuestra capacidad de adoptar conductas asertivas. Ni agresivas, ni cobardes.
Pues sí que puede decir mucho nuestra rabia. En breve, más…