La semana
pasada decíamos que nuestras palabras, más que mostrar lo que somos, muestran
lo que deseamos o nos exigimos ser. Pero también, que tales desajustes pueden
ser reconocidos, asumidos y por tanto, gestionados. A esto quieren contribuir
la PNL y otras prácticas psico-cognitivas con sus observaciones acerca del pensamiento,
el lenguaje que lo expresa y la comunicación verbal y no verbal que surge de
ello. Con todo, más allá de lo que haya detrás de dichas dinámicas (en el
llamado metalenguaje) en tanto expresiones de nuestras contradicciones, viene
bien saber -aunque sea aproximadamente- cómo en las mismas tienen muchísima importancia
elementos cuya presencia ignoramos o no sabemos captar.
¿De qué elementos
hablamos? Pues de los que en nuestro pensamiento, lenguaje y comunicación serían
las puertas, los accesos por donde entra todo aquello que mueve el mundo de lo
mental. En efecto, las personas nos activamos intelectual, emocional y
operativamente a partir de los estímulos -externos e internos- que tocan
nuestra capacidad neurológica. Son ellos los que nos permiten, con su
provocación, placer o incomodidad, interactuar y en cierto sentido construir la
realidad. Pues bien, neuro-fisiológicamente, estos estímulos conectan con nuestros
sentidos de toda la vida: vista, oído, gusto, olfato y tacto o kinestesia. Así,
sacando de nuestra consideración gusto y olfato, al percibir y comenzar a
construir la realidad somos visuales, auditivos o kinestésicos.
Pensemos en un ejemplo. Cuando nos presentan a una persona
¿cómo solemos reaccionar? Según la PNL, las personas que utilizan el canal
auditivo suelen preferir un: -Hola ¿qué tal?, aquellas que se inclinan por una sonrisa o una expresión
gestual de cortesía, emplean más el canal visual. Por último, quienes lo hacen
a través de un abrazo, son más kinestésicos. Claro que según las situaciones,
todos usamos los tres accesos o canales, pero solo uno es el que prevalece. Razón suficiente para reconocerlo, en nosotros y en los otros,
pues de él dependerá en gran medida cómo nos comuniquemos y cómo nos
dispongamos a adquirir y procesar nuevos aprendizajes. Hagamos ahora un primer
esbozo de unos y otros:
Los
visuales: poseedores de un alto nivel de energía, son inquietos y
observadores. Captan el detalle y muchos de los pequeños aspectos que a otras
personas se les pasan por alto. Suelen visualizar imágenes en su mente para
poder recordarlas, y es común que para hacerlo, escriban pequeñas notas o
apuntes. Son de los que para concentrarse necesitan de lugares tranquilos.
Los
auditivos: ¿Eres de lo que suele expresar sus pensamientos en voz alta?
¿Prefieres siempre que otros te expliquen las cosas a leerlas tú mismo? ¿Sigues
con facilidad las conversaciones aunque estés levemente distraído? Si es así,
tu modo de procesar la información es el auditivo. Según la PNL, estas personas
poseen grandes dotes para la expresión oral, les gusta conversar y recuerdan
con gran detalle cada una de las palabras que han escuchado. Son grandes
comunicadores.
Los kinestésicos: ¿Cuáles son tus pasiones? ¿Te gusta
la cocina, el deporte, trabajar al aire libre? ¿Prefieres experimentar las
cosas antes de infórmate sobre ellas? La PNL nos dice que las personas
kinestésicas, a pesar de ser tranquilas, sienten un gusto especial por las
emociones y por todo aquello que tenga que ver con lo manual y lo táctil, con el
gusto y el olfato. Son muy expresivas socialmente, de las que buscan la
cercanía, los abrazos y el contacto físico.
Os dejamos un vídeo ilustrativo. Echadle un ojo y en breve os contamos cómo identificar una y otra
modalidad.