Al principio existía la Palabra...
en ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres...
Podemos creer o no creer, también creer según mejor sea que
podamos. Sin embargo, esta vieja confesión de fe da cuenta de que la
eventualidad de lo Infinito y Absoluto, como principio de bien y felicidad para
todos, quiere guardar relación con nosotros.
Por eso la Navidad, creamos o no, lo hagamos como lo
hagamos, en lo esencial viene a recordarnos que nuestras mejores posibilidades
surgen de donde surgen: de la debilidad, asumida no como moral de esclavos,
sino como camino sin condiciones para la libertad, propia y ajena.
Por eso el Niño, creamos o no, nace para todos. Para
devolvernos, desde lo Infinito y Absoluto que se abaja y queda entre nosotros,
nuestro rostro más luminoso: el de seres llamados a honrar la vida.
Por eso, creamos o no, desde nuestro fondo más auténtico de
hombres y mujeres, sin entrar en la coartada fácil de la bondad vaciada de
sustancia, mercantilizada, podemos desearnos sincera y profundamente:
¡Felicidades!
¡Felicidades! porque una vez más podemos re-descubrir
que "nacer desde la debilidad" es la mayor fuerza y riqueza que
tenemos como individuos y como sociedad.
¡Que todos podamos pasar estos días en serena y constructiva Paz!
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